Cada Domingo el Señor nos alegra con la celebración de la Pascua semanal. Una oportunidad privilegiada para reunirnos, escuchar su Palabra, orar juntos unos por otros y fortalecer nuestra fe personal y comunitariamente. Es Jesús quien nos convoca y nos espera y se nos da en comunión. Santa invitación a la que no podemos decir que NO y quedarnos indiferentes. Cada Domingo es Pascua porque celebramos su triunfo sobre la muerte y nuestra esperanza de vivir junto a Él en la eternidad. Pero no todos los domingos adquieren igual solemnidad. Hay uno que es particularmente precedido por una gran Vigilia que San Agustín llamó con toda razón: "Madre de todas las Vigilias". Es la noche de mayor importancia para todos los cristianos. En esa noche oscura y silenciosa los fieles de Cristo entramos en el templo con cirios encendidos y significamos que Cristo es la LUZ que vence toda oscuridad incluso la muerte. Todos nuestros cirios expresan nuestras vidas iluminadas que van detrás del gran Cirio Pascual que representa a Jesús Resucitado que nos ilumina y nos hace participar de su luz.
"Hoy te recibo a ti como mi Salvador y Señor, como mi Maestro y Rey. Hoy me uno a ti en tu Iglesia, la Católica, la que tu nos has dejado y a la que pertenezco por el sacramento del Bautismo. Hoy quiero que tu Madre, María Santísima sea mi Madre también, que sea Ella mi estrella y mi guía para ir hacia Ti con renovada fe y el propósito firme de no abandonarte jamás. Jesús te amo, te alabo, te adoro, te pido perdón y te doy gracias". Amén.
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