Madre del Perpetuo Socorro, tu imagen nos recuerda cuánto sufriste a lo largo de tu vida terrestre. Pero, como tú eres buena, como tú eres nuestra madre, tu sufrimiento te volvió atenta a nuestras penas, a nuestras desgracias, a nuestros sufrimientos. De tal manera que, causándote mayores dolores, nos hemos vuelto más queridos por tí, porque tú cuidas al más desgraciado, al más necesitado. En tus ojos, llenos de tierna piedad, yo leo tu compasión maternal. Tú no miras a tu Hijo Jesús, sino a tus hijos de la tierra. Así haces arder nuestro corazón, viendo tanta bondad, tanta dulzura, tanto consuelo. En tu mirada, Madre de Dios, vemos un reflejo de la mirada del Padre, que puso sus ojos en la pequeñez de ti, su esclava. En ti se refleja la mirada del Padre que sale al encuentro de su hijo descarriado que vuelve. En tus ojos, experimentamos los de Dios, con su mirar paciente y fiel. En tí, Virgen fiel, conocemos el amor perseverante y compasivo de nuestra madre, la Iglesia,en la que recibimos constantemente la gracia de Jesucristo, el Espíritu Santo, que nos consuela, nos da el perdón, nos defiende. Madre del Perpetuo Socorro, junto a ti, nos armamos de valor. Estamos seguros de que tú no abandonarás a ninguno de tus hijos. Escucha nuestra plegaria y ven en nuestro socorro. Amén.
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